martes, 28 de septiembre de 2010

Paseo solo


Entro en mi habitación de un hotel Mercure cualquiera, con su característica mecla de colores salmón y pálido verde pistacho, sin ninguna virguería ni detalle a recordar. Aunque yo sé que este hotel no es un hotel como los demás, porque cuando abres la ventana puedes ver a tus pies el cementerio de Montmatre, con la “geometría coagulada de las tumbas” que tan bien describió Cortázar en el Libro de Manuel.

Me quito la corbata de ingeniero serio que pierde el tiempo en largas reuniones absurdas e improductivas. Y tomo la calle Caulaincourt camino a la bulliciosa Place de Clichy. Suelo pasar por el restaurante Wepler y mirar las ostras y el marisco que muestra durante todo el año en los estantes. O visitar la librería de la esquina o ver en la cartelera del multisalas las últimas novedades del cine francés. No solo los yanquis hacen películas malas.

En Pigalle el ambiente es denso, apresurado, pero en cierto modo alegre, mucho mas que la mayor parte de esta ciudad. Es ya de noche, estamos en noviembre y el frío y la humedad comienzan a ser considerables.

Decido tomar el Metro para acercarme al centro. La gente va excesivamente abrigada y muestra la típica cara de pocos amigos del parisino medio. Miro alrededor y no veo ninguna cara amable, nadie habla.

Salgo en la estación del ayuntamiento y bajo caminando hacia el Sena. Ninguna tienda abierta, nadie por la calle, la luz es la justa para no tropezar. Cruzo el puente que une la ciudad con la Ile de la Cité. Ante mi se muestra la inmensa explanada frente a Notre Dame. Decido pararme a contemplar su fachada. Afortunadamente es de noche y puedo disfrutarla como a mí me gusta: oscura y decandente, sin ese proceso de limpieza “blanco total” tan francés que le acaban de aplicar.

La noche ha caído pero la puerta aún está abierta. Camino por el centro sigiloso intentando disimular que soy un turista y me acaben echando. Es difícil sin embargo no parecerlo, enseguida levanto la mirada -abro la boca como solo yo puedo hacerlo- maravillado por el fabuloso techo de arcos góticos. La luz es tenue y hay como una neblina que lo envuelve todo. Se oye un coro, apenas lo veo, la música transforma el espacio y lo hace auténticamente sagrado, incluso para un agnóstico como yo. A derecha e izquierda veo cada vez mas gente de rodillas rezando, ensimismada en su plegarias. Juan Pablo II se está muriendo.

3 comentarios:

Anna Blume dijo...

Me has hecho recordar mi último paseo por Paris, tambièn era noviembre...estuve a punto de probar las ostras de Montmartre pero me acabé comiendo un kebab en Pigalle...cogí el metro hasta Republique y fui andando (uff) hasta el Cartier Latin, no sin antes entrar en Nôtre Dame y comprarle una medallita de la virgen a mi querida Luisa, tan devota ella...Y tu foto (preciosa, los que me conocen saben que soy turista funeraria empedernida y obsesiva) me ha recordado las vistas del cementerio de Montaparnasse des de la Tour(idem)...y la tumba tan abandonada de Marguerite Duras y la tan fría de Susan Sontag...Gracias por este post, siempre nos quedará París...Ajouter deux lettres à Paris: c'est le Paradis!:-)

J dijo...

Mi paseo también acabó en el cartier latin. Me alegro que te haya gustado

Anna Blume dijo...

No puedo pensar en París ni tampoco volver allí sin llevar siempre conmigo:
http://video.mytaratata.com/video/iLyROoaftaT8.html