martes, 14 de septiembre de 2010

Divagando los 90


Mayo de 1993. Haciendo guardia delante de Le Meridien por si cae la breva de que Mr. Springsteen digne asomarse al balconcillo que había por aquel entonces en la puerta, a firmar autógrafos. La realidad fue que apenas si pudimos ponernos a tiro de rueda de alguna de las furgonetas, ¡atropéllame, por favor! y los más afortunado o experimentado (era mi primera "guardia" como fan), conseguir un autógrafo de Roy Bittan.

En la acera frente al hotel, que hoy es otro hotel, pero entonces sólo era el edificio de oficinas abandonado de la Compañía de Tabacos de Filipinas, me pasé casi dos días. Pipa. Con una amiga, haciéndonos coleguillas de otros infinitamente más freaks que nosotras.

Una de las tardes dobló la esquina de las Ramblas un grupito de chicos y chicas lánguidos, flacos y vestidos de negro. Una chica alta y con pinta de tener mala leche sostenía a un chico más bajo que ella e igual de flaco, escuálido y lánguido, que parecía no atreverse a cruzar la multitud de fans de Springsteen. Que a aquellas horas no éramos tantos, una cuarentena a lo sumo, ni hacíamos barullo, ni estábamos agolpados en la puerta, ni, lo más importante, les hacíamos puto caso.

Estoy segura de que fui la única en reconocerles. El acojonao, Brett Anderson, y la que lo llevaba, Justine Frischmann, que por entonces (creo) aun no había hecho esta canción y no sé si era su novia o aun estaba en Suede, ambas cosas o ninguna.
Según el Sputnik que había visto unos días antes tocaban en KGB (juraría, si no, Zeleste) ese día. Pasaron entre nosotros sin pena ni gloria, y luego él estuvo largo rato asomado a la ventana de su habitación, en los últimos pisos. Observando. ¿Imaginando que algún día tendría él su propio grupo de fans a la puerta del hotel o a la salida de un concierto?

2 comentarios:

Anna Blume dijo...

Los vaivenes de la vida...la vida ens dóna i pren paper...:-)

jj dijo...

A Suede solo le esperaban en la puerta los camellos y los cervesa-bir