domingo, 25 de octubre de 2015

Low, tensión electrizante

Antes de que las primeras notas irrumpieran en Gentle y Alan Sparhawk cantara Gentle, middle, quiet, narrow la percusión, alargada más tiempo de lo que dura en disco, convirtió la sala en un corazón palpitante. El público, me incluyo, guardó un silencio casi sepulcral, reverente, que se mantuvo la hora y cuarenta minutos que duró el concierto. Casi lloro de emoción, por ese mutismo. Permitió apreciar y disfrutar los minúsculos silencios que se intercalan entre los detalles delicados y la convulsión distorsionada de las canciones de Low. 

Presentaban disco, Ones and Sixes, y se notó porque apenas se dejaron tres canciones. 
Del álbum anterior, The invisible way, denostado por algunos pero al que debo mi conversión al lowerismo (me perdonaréis el palabro), tres, tocadas del tirón, una tras otra, Plastic Cup, On my own y Holy Ghost. El morreo que le dio Alan Sparhawk a la guitarra para conseguir la distorsión final de Pissing dudo que se me olvide en tiempo. 
Tampoco se me olvidará el balanceo de mi cuerpo y cabeza con Monkey. 


O los coros finales que nos animó a cantar con él (“You can do it, you can sing, and no one is gonna make fun of you”), cosa que no hice, por supuesto, no quería arruinarle el momento a mis vecinos, en la última canción, When I go deaf (de inicio accidentado, pues olvidó la letra), un momento de comunión con el que quizás quisiera premiar el silencio de todo el concierto.  

Puede que a Alan le fallara la voz en algunas notas, especialmente al principio (¿faltó calentamiento?). ¿Qué importa? A Mimi Parker, un prodigio de delicadeza y contundencia, no le temblaron ni la voz, soberbia, ni las baquetas. Porque ya me pedí ser Georgia Hubley de mayor, que si no... 

A ratos inquietante, a ratos balsámico, en ningún momento indolente, el concierto de Low fue una maravilla de principio a fin.


El setlist, aquí