lunes, 31 de diciembre de 2007

Don Quijote en la ciudad

El cantante de ópera del Passeig de Gràcia es un señor de pelo gris de unos setenta años, alto y muy delgado, de ojos pequeñitos y brillantes. Siempre va muy bien vestido, normalmente con camisa y corbata, y en invierno suele llevar una gabardina arrugada bajo el brazo. Su porte es sin lugar a dudas el de un caballero, aunque con el ímpetu que pone al cantar a veces se le sale la camisa por fuera restándole algo de su señorial presencia.

La primera vez que lo vi fue durante el invierno del primer año que pasé en la ciudad en la estación de Passeig de Gracia, aunque después también lo he ido viendo en Fontana y en Diagonal.

Aquella vez bajé al metro y allí estaba, derrochando arte, cantando arias a voz en grito y acompañando su canto con el brazo. Despertaba la curiosidad de algunos y la hilaridad de otros, aunque la mayoría fingía indiferencia.

Yo me quedé mirándolo sorprendida, no podía parar de mirar, me parecía increíble, estaba claro que dónde había pared gris y cemento él veía el escenario de una ópera barroca, los usuarios del metro éramos su distinguido público, y cómo por arte de magia el andén, se transformó en el escenario magnífico de un teatro vienés.

“Señoriiiiiiíta” cantó con voz de tenor mirándome fijamente a los ojos, el metro había llegado, y en ese momento desperté de la ensoñación, el resto de viajeros nos observaban burlescos, pero me dio igual, ellos sólo habían visto piedra y cemento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué bonito! Me encanta cómo cuentas estas cosas que pasan en la ciudad, inadvertidas para unos, impactantes para otros.