viernes, 31 de julio de 2009

nauticos

Cuando crío recuerdo pasar gran parte de del verano en náuticos, calzado odioso donde los haya, pero no tenía yo entonces mucho espíritu de rebeldía y solía llevarlos blancos, blancos con cordones azules, que visten más. La verdad es que no se donde sacaría mi madre esa extraña idea, pero el calzado blanco ha sido algo que me ha perseguido como una mala herpes durante gran parte de mi niñez. Y es que el náutico, cuando vives en una barriada obrera, aún a medio urbanizar, salpicada de solares abandonados y crios en estado de semisalvajismo, es un calzado de desgraciado, de loser total. Por su rigidez y confección, más enfocada a los paseos por la borda de un velero, era imposible correr con ellos por caminos de tierra de una forma ni medio normal, chutar un balón o no parecer una persona con problemas serios de autoestima.

Y ahora parece que los tenemos de vuelta, un calzado adoptado por cuatro subnormales y que por esas cosas que tiene la moda ya se extiende como un mal pedo por todos los estratos sociales, siendo el más castigado (como ya es de costumbre) el joven lector de revistas de tendencias estudiante de elisava, ser siempre indefenso ante cualquier chorrada que sea presentada en papel satinado. Y es que la moda viene últimamente pegando fuerte en el ámbito del calzado, después de alpargata de toda la vida forrada de calavertitas, de algo tan horripilante y de mal gusto como esos zuecos gigantes de ATS daltónico, viene la última y definitiva resurrección del náutico.

2 comentarios:

Olga dijo...

Yo tenía unos de color rosa. La verdad, es que tampoco me desagradaban, creo que he llegado a llevar zapatos más horripilantosos durante mi infancia.

Gwen Stacy dijo...

Pues yo los quería y no conseguí que mi madre me los comprara nunca. Gran mujer!