miércoles, 6 de julio de 2016

Arcade Fire, con gloria y pena

Las crónicas, las mías al menos, empiezan por el principio. O por donde a mí me da la gana, claro. 
El principio de todo fue un caos para comprar entradas. Que si dos por persona y nominales y entrar las dos personas juntas, todo para evitar reventas. Hasta aquí bien, la idea es encomiable. Que la web se colapsara antes de iniciar la venta y te remitiera a una centralita en la que, obviamente, “todos los operadores están ocupados” fue frustrante. Cuando parecía que ya estaba todo el pescado vendido, unas almas buenas de Twitter nos indicaron el camino hacia la luz, pero yo estaba al teléfono (recuerda que pensaba que ya estaban agotadas) hablando de cosas de trabajo que ya ni me iban ni me venían. Intenté comprar siguiendo los enlaces desde el móvil y casi lo consigo pero no pudo ser. Otra alma buena de Twitter me dijo el viernes pasado que no podía ir y que como me había visto tan disgustada, si la quería, su entrada era mía al precio que pagó. Cuarenta y ocho eurazos. 
Felicidad. 


Entre una cosa y otra, y porque había renunciado mentalmente a intentar primeras filas, entraba en el razz pasadas las ocho y media. Ya no había ni cola. Tampoco pedían DNI como anunciaban. Vamos, que quien quisiera revender podría haberlo hecho. 
Los teloneros, Little Scream, ya estaban tocando. Nada más entrar yo, sale mi pelirrojo favorito a tocar con ellas. Ovación cerrada. El grupo pintaba bien pero el sonido auguraba la catástrofe sonora que estaba por llegar. Ni cuando era Zeleste ni como Razzmatazz ha sonado bien esa sala. Algunas veces ha sido peor que otras, pero el sonido suele ser infame. Llevo yendo a conciertos allí desde principios de los noventa. He estado en todas las ubicaciones posibles, desde primera fila a casi caerme por las escaleras de los lavabos, en el centro, en los laterales, al lado de las barras, arriba sentada con los pies colgando y arriba de pie doblando el lomo para ver algo. Sé lo que digo. Infame habitualmente, medio decente los días buenos. Anoche no hubo suerte. 
Me enteré al llegar a casa de que era su primer concierto con la banda al completo en dos años. Se anunciaba como un “warm-up gig”, de preparación para las giras veraniegas. No esperaba las casi dos horas que duró. No esperaba el setlist repleto de favoritas que nos regalaron. Sí esperaba su entrega y euforia. Euforia contagiosa. Me temía el mal sonido pero fue mucho peor de lo imaginado. 


Ready to start para empezar el concierto es muy adecuado. No es favorita, me resulta pelín cansina, y sonaba mal, apagada, pero pensé que de ahí sólo podían ir para arriba. Siguió The Suburbs, bien, es tranquila pero me gusta. El sonido mejora ligeramente, o me lo parece. Sprawl II, superfavorita de ese mismo disco, y sale Régine, que ya la echaba de menos. Pero los destellos de luminosidad que tiene la canción en disco no aparecen por ningún lado. Reflektor y Afterlife (superfavorita junto a Normal Person, que sonará, fatal, más tarde) y la primera suena mejor que la segunda. Los instrumentos no se distinguen, suenan embotados, “empastifats” me dice más tarde Mireia por Twitter. No sé cuántas veces me he llevado ya las manos a la cabeza exclamando para mí “suena como el culo”. Nadie parece darse cuenta. Voy sola y no puedo contrastar mi percepción. Mireia me confirma que sí, que no sonó bien pero ella pensaba que era porque estaba en primera fila. ¿Veis como no es cosa mía? “Can we just work it out, scream and shout, ‘till we work it out?” y eso hago, cantar y bailar e intentar disfrutar del concierto aunque sienta que me están robando lo que podría ser un set perfecto e inolvidable. Keep the car running llega tras tres cuartos de hora de concierto y en un festival podría marcar el inicio de la traca final. Pero no. Suena bien, muy bien. Win hace un discurso del que no entiendo casi nada, y no es por mi inglés. Que la canción la escribieron cuando Bush iba a salir reelegido y que ahora el país se enfrenta a algo parecido (la sombra de Trump es alargada, si he entendido bien). Keep the car running y es posible que sea la primera vez en lo que llevamos de concierto que sonrío con la boca abierta. “There's this fear I keep so deep, knew it's name since before I could speak, OH, OH, OH, OH! . Bajan un poco las pulsaciones con Intervention, mi reino por un concierto de Arcade Fire en una catedral con órgano, y My body is a cage, preciosa pero no se oyen los instrumentos. 

La banda está al completo, eso lo vi, lo que no sabía era lo de los dos años. Además de los dos Butler, Régine, mi pelirrojo favorito y el batería, llevan un par de instrumentistas de vientos y un violinista. Me chivan en Twitter que les acompaña Owen Pallet, quizá es el violinista, pero lleva barba. Bueno, pues la banda al completo, con todos los instrumentos (menos el órgano, lástima) debería sonar como para volarnos la cabeza literal y metafóricamente. Y no es el caso. Y maldigo la sala. 

Suena No cars go. Esta canción fue himno de los que escribíamos en este blog. Cuando escribía más gente aparte de servidora. Mil veces la hemos bailado, brincado, cantado desgañitándonos, y hoy estoy sola en razz y los echo de menos a todos. A los del blog y alrededores. A los intersimbólicos. También echo de menos la sección de vientos, gloriosa en disco y que apenas se aprecia hoy en razz. 
Llevamos casi hora y media de concierto y encaran la recta final con los boletos ganadores: el repaso a Funeral. El sonido es tan deplorable que Power out suena como el culo y luego la gente tarda un buen rato en darse cuenta de que la siguiente es Rebellion (Lies). También cantan “love” en lugar de “lies” tras el “every time you close your eyes”, o lololo (como en No cars go y si es lololololo tenemos un problema), me hacen dudar, igual en algún momento han decidido cambiarle la letra. No, ¿no? Lies. 
La penúltima (y eso lo sé ahora) es Here comes the night time y sacan los cabezudos y en uno de los subidones de percusión de la canción alguien tira al aire un culo de vaso de cerveza, a la inglesa, y segundos después un “inserte aquí su adjetivo” decide asaltar la pista arrasando con lo que se ponga delante, y delante de su vaso lleno de cerveza está mi cabeza. Que te vacíen un vaso de cerveza en la cabeza el día que has decidido no beber nada tiene guasa. Pero en el fragor de la batalla me pongo a reir. Me escurro un poco los rizos y el flequillo, me seco como puedo la cara y los brazos. Sigo riendo. Confeti. Se me queda pegado, claro. Sigo con la sonrisa en la cara. 
Parece que se van, se van, aplaudimos, yo aún intento arreglar el estropicio cervecero. Pero falta Wake up. Igual el confeti lo han disparado en Wake up. Siempre es la última, ¿no? 
Gritamos tanto que no se oye a la banda. Nada. Ni la batería casi. No es la primera vez. Pero ya da igual. El razz en pleno tiene los brazos en alto y los ondea y canta y grita y lololea y sonríe. 

Salgo de allí con un cabreo importante, a la vez que feliz como una perdiz. Feliz porque han tocado casi dos horas (lo he mirado, de 21:37 a 23:23), más incluso que la vez que tocaron en el Sant Jordi, única de las otras cuatro veces que los he visto que no ha sido en un festival. Feliz porque el setlist era genial. Feliz porque la gente, en general, se ha comportado, nada de tertulianos, sólo critico un ligero exceso de móviles grabando vídeos con mal sonido que nadie verá nunca jamás. Cabreada por el sonido de la sala, que no nos merecemos ni público ni artistas. 


Setlist 
Ready to Start
The Suburbs
Sprawl II
Reflektor
Afterlife
We Exist
Normal Person
Keep the Car Running
Intervention
My Body is a Cage
We Used to Wait
No Cars Go
Haiti
Neighborhood #1 (Tunnels)
Neighborhood #3 (Power Out)
Rebellion (Lies)
Here Comes the Night Time

Wake Up

1 comentario:

Teïna dijo...

Quin imbècil el de la cervesa!
Jo ja no escric perquè no sé què escriure... No m'inspiro..