sábado, 11 de febrero de 2012

La Palma, la playa



El último día en La Palma bajamos a la playa. La del Faro de Fuencaliente. Habíamos bajado la tarde anterior andando (5 km y 700 metros de desnivel) y me hermano se bañó mientras yo hacía fotos.
Cogimos la guagua a las 9 de la mañana, y media hora más tarde estábamos ya en una playa de arena negra en la que soplaba un viento de mil demonios, aunque el sol era templado. Fue raro colocar el pareo e irse quitando primero el corta-viento, luego el forro polar, arremangarse los pantalones, descalzarse, bueno, va, me quedo en camiseta, y vaya, mi hermano ya está en el agua. No puedo ser menos, pero sobre todo no puedo irme de esta isla sin haberme dado un baño. Así que valor y a acabar de deshacerse de la ropa, y ¡al agua! Estaba fresca, definitivamente me he bañado en aguas más frías. Veinte minutos de disfrute y otra vez a armarse de valor para salir, esperando el momento en que las ráfagas de viento amainaban.

Después ya sí, volvimos a Santa Cruz, a devolver la llave del refugio, a hacer las últimas compras, a asaltar los bares por última vez y cenar como señores.
Lo del asalto a los bares no lo he contado, pero lo hicimos en Puntagorda, en Fuencaliente y en Santa Cruz, y lo pasamos en grande. Es el clásico "de bar en bar" pero en una isla diminuta donde te miran de arriba abajo en cada sitio que entras para luego ponerse a hablar contigo amigablemente. Y por dos duros.

Con este mini-post acaba mi relato de unas vacaciones en enero, enero en la playa y enero en la montaña, enero con un hermano pequeño con quien viajaba por primera vez, enero de un año que pinta negro pero yo insisto en pintar de colores.


2 comentarios:

Anna Blume dijo...

Pinta jodidamente negro, como un volcán...gràcies pel post, un atre món;-)

Gwen Stacy dijo...

Pensa en les flors i plantes que creixen entre la lava :-)