sábado, 19 de enero de 2013

Dominique A, un Aznavour shoegazer


+ Michel Cloup (duo)



El jueves 17 de enero, por fin saldé una vieja cuenta: ver a Dominique A en sala. Le había visto en algún otro Primavera antes del conciertazo que dio en el último, y probablemente en algún FIB lejano en la memoria, de cuando los franceses eran el grueso del público extranjero, que no pasaba del 10%, y programaban grupos del lado de allá del Pirineo. 
En cambio a Michel Cloup le he visto seguramente más veces, tanto en festival como en sala. Con Diabologum y Manta Ray en un concierto conjunto en la Plaça Reial una Mercè de hace ni sé cuántos años. Con Expérience cerrando un primavera el domingo en Apolo. Estos dos, los de imborrable memoria. Los otros, no sé cuántos, se han difuminado. Como se difuminaba la música que perpetró ayer. Entramos puntuales y aún y así nos perdimos la mitad de la primera canción, Cette Colère, incluida en el volumen 1 de lo mejor del año según RDL en 2011. Poca gente, pero se fue llenando. 
Sus cuarenta minutos de concierto, unas cinco canciones, seis como mucho, interminables, repeticiones en bucle hasta la hipnosis. M. Cloup a la guitarra y cachivaches, y un compinche, Patrice Cartier, a la batería. Tocaban algo, unos acordes, tres redobles, grabándolo, y lo ponían en modo repeat y seguían tocando encima, superponiendo capas y capas y el resultado era ruido puro y hermoso. De vez en cuando Michel cantaba, o fraseaba, sus letras absurdas de momentos cotidianos, je suis en retard au dernière repas que tu as préparé spécialement pour moi. Experimentos sonoros que funcionan. 

Por fin, M. Ané. Si me lo encontrara de noche en una calle oscura cambiaría de acera. O me daría la vuelta intentando no correr. Sin embargo desprende sensibilidad, amabilidad y honestidad por los cuatro costados. Me he pasado usando “-idades”, lo sé. 
Acompañado por cuatro músicos: Sébastien a la bateria, David al piano, Thomas a la guitarra y teclados y Jeff al bajo. Thomas, el guapo oficial, Jeff, el personaje total. Parecía sacado de un grupo de neorománticos de mediados los 80, bailando y escenificando cada canción, y atreviéndose con la última estrofa de Le Twenty-Two Bar al final del concierto. Superfan. 
Dominique a la guitarra en casi todas las canciones, a sus brazos oscilantes en las otras. 
Como un Aznavour moderno, el gesto del cantante lírico y la sonoridad del muro de guitarras, y el público embelesado sacude la cabeza.
Presentaba disco, Vers le lueurs, y a eso se dedicó, a repasarlo casi al completo, Contre un arbre tocada la segunda tras Plaine des sables. Ostinato, Vers le bleu, Parfois j’entends des cris, Close West, Rendez-nous la lumière, mi preferida, hacia el final, y Le convoi, acelerada, urgente, preciosa. Con más ruido e intensidad que en el disco, perdiendo detalle y sutileza instrumental, ganando contundencia. Entremezcladas, Le courage des oiseaux, Immortels, Hasta que el cuerpo aguante, Le bruit blanc de l’été, Le métier de faussaire, Pour ta peau. 
Hora de concierto, otra media de bises, y un último encore de gratitud. Hora y media absorta, hipnotizada por una música que me sacude y unas letras que me remueven. 



1 comentario:

margarita la saxofonista dijo...

I ben retrobat per mi. Thanks Gwen!