jueves, 6 de noviembre de 2014

BIME - el viernes

A Bilbao llegamos el viernes por la mañana, y pasaron cosas muy bonitas que también merecen ser contadas. 
Unos llegaron antes que otros y les dio tiempo a hacer turismo y comerse cuatro pinchos de tortilla antes de que los otros asaltáramos el primer bar, al que siguieron dos  más, con sus copazos de vino y poco comer. Suerte de un menú y una siesta reparadora, si no habríamos llegado al BIME con el cuerpo del revés. 

Entramos en el BEC bastante puntuales, siete y pico, a justo para ver terminar a Go Go Berlin y empezar a We Cut Corners, hacernos con el espacio, pillar un programa y exclamar “¡hoy es Thurston Moore!” (así venía de estudiada), encontrarnos con Lau en uno de esos pasillos con valla anti-avalancha, y decidirnos por el auditorio, o Stage Teatro, donde tocaban The Barr Brothers, que hicieron un concierto de menos a más, de no saber si irte, decidir quedarte y que sea una gran decisión por lo bonitas que son las canciones que tocaron. Folk con deje country o americana canadiense, con arpa y contrabajo, salimos con una sonrisa y media hora de margen para avituallamiento antes de pillar sitio en Thurston Moore. 

Eso nosotros, otros andaban por Imelda May (la vimos de pasada) y otros cogiendo sitio en el auditorio para The Divine Comedy tres grupos antes, pero es que por lo que cuentan Fuel Fandango lo petaron y casi lo echan abajo. Clásico ejemplo de mala programación, diría. 

Thurston hizo el concierto del día, el segundo en el topthree del festival para mí, el primero para alguno. En su línea ruidista, se cascó una primera canción de 18 minutos, porque yo lo valgo. Y no preguntéis cuál fue, que me gusta pero a tanto no llego. No recuerdo que tocara ninguna de Demolished Thoughts, disco de 2011 de una dulzura inusitada, que presentó en la 2 de apolo en un concierto íntimo. Nada que ver este con aquél. Acompañado por Steve Shelley, de Sonic Youth, a la batería; un guitarrista fenomenal que ahora que lo he buscado puedo decir que se llama James Sedwards y que es británico; y una bajista que me hizo querer ser bajista de mayor y que nos dijeron el lunes que es Deb Googe, la de My Bloody Valentine.  Seguro que si el Inquilino no hubiera estado no-casándose en Las Vegas la habría reconocido. Estuvimos en segunda fila hasta que la pareja de delante mío se largó, que no acabo de entenderlo, esperar un buen rato antes para luego largarte a medio concierto, pero oye, mejor para mí, y disfruté como una enana de la distorsión cosida de sutilezas del guitarrista y de las maravillas que hacía Deb al bajo. Canela. 




En cuanto terminó, corriendo a Macy Gray, porque Lou se moría por verla y como yo no la había visto nunca, pues vamos allá. La perdedora de la noche fue Anna Calvi, a la que sí había visto hace un tres años en una calurosa noche de septiembre en un aún más caluroso KGB. Me gustó Macy Gray, aunque no sea mi estilo, por actitud, personalidad y vozarrón. No acabamos el concierto porque nos llegaban mensajes inquietantes de aforo completo en el auditorio y no podíamos quedarnos sin ver a Neil Hannon, así que nos fuimos y valió la pena porque aún pillamos las cuatro últimas canciones de la Calvi, otro chorro de voz, esta vez en unas melodías más guitarreras. Aunque Anna, si no sabes andar con taconazos, haz como yo, no los lleves. Temí por tu crisma cuando abandonaste el escenario. 

La gente se fue marchando del teatro y fuimos mejorando nuestras posiciones hasta unas aceptables primera y tercera filas laterales, y salieron The Divine Comedy, con un Neil Hannon barbudo (hasta hizo encuesta barba sí, barba no, ganó el sí, pero hazme caso, estás más guapo sin ella) y con dos dedos de la mano entablillados, que se había fastidiado ya no recuerdo cómo, que lo contó, algo muy tonto, mostrándonos una fotocopia de la radiografía, lo que le impidió tocar la guitarra. Pero cantó con esa voz de barítono y la banda sonó como debe, me hizo contener la respiración con A lady of a certain age y puso a parte del público en pie con Generation Sex y National Express, y  en pie acabamos todos, brazos en alto, con la maravillosa Tonight we fly y eché de menos a Margarita, que de saxofonista ha pasado a guerrillera anti-festivales y se pierde momentos como estos. 



Salimos del teatro, unos de retirada, otros nos quedamos hasta el final de Placebo, uno se quedó a dejar el pabellón alto, aguantando hasta FM Belfast. 
Placebo bien y mal. Bien porque es una banda que suena como un tiro, potente, pero se dejó los hits en casa, y así no. Buen concierto pero sin más. 

Y a dormir. 

4 comentarios:

el inquilino gruñonista dijo...

Guerrillera anti-festivales és l'eufemisme més elegant de la història de la literatura musical.

el inquilino gruñonista dijo...

Guerrillera antifestivalera és l'eufemisme més elegant de la història de la literatura musical.

Gwen Stacy dijo...

Oi que sí? :-P

M'agradaria saber com n'hauries dit tu! Gruñona vinagrera?

(i em sembla que ella encara no ho ha llegit...)

margarita la saxofonista dijo...

Ja ho he llegit! :) no sóc antifestivalera que ja tinc entrada per al Vida