sábado, 19 de mayo de 2012

Sueños revueltos

Llaman al timbre. Y yo con estos pelos. Abro la puerta, vaya, es Àngel, el marido de mi prima Anna. Solo que tiene la mitad de la cara, el lado izquierdo, con un bulto extraño y como desdibujada, con el efecto ese tan inquietante que salía en no recuerdo qué película en que a la gente le desaparecían los ojos, la boca (¿o era una serie? le pega todo que fuera Fringe). Le pregunto por el bulto como quien pregunta por el tiempo y me contesta en el mismo tono, tono de conversación de ascensor, que bien, que es un tumor, pero parece que ambos ya sabíamos de su existencia y que no reviste gravedad. Vaya, que le hacemos poco caso, no es el tema central de este sueño.
El tema central es el piso en el que vivo, en la novena planta de un edificio blanco gigantesco con escaleras y ascensores normales, y zonas comunes en el patio de luces, cada dos plantas hay un descansillo de dimensiones desproporcionadas, inclinado, en el que el vecindario se reúne a hacer gimnasia. También hay extrañas vías que recorren las paredes, rebordes de cemento en los que apenas cabe el pie de canto, por los que me empeño en desplazarme. A punto de caer al vacío todo el rato. Estos rebordes, además, acaban abruptamente sin llegar hasta la siguiente puerta o pasillo, de forma que hay que alzarse o saltar hasta ellos.
Volvamos a Àngel y a mi piso. Estamos en la cocina y el cubo de la fracción orgánica está abierto, mostrando un contenido bicolor de marro de café y pieles de plátano.
-¿Qué tienes ahí?
-¿Qué? ¿Dónde?
-En el cubo, esa piel... ¡es una salamandra!
-¿Cómo ha llegado una salamandra a mi casa? ¿Me ayudas a sacarla?
-Cógela por la cola.
-Sí, hombre.
-Sí, ya verás...
La cojo por la cola y la salamandra se transforma en ¡tachán! ¡Drew Barrymore! La tengo cogida por los pies y no es más grande que una niña de ocho años, pero como es una salamandra yo voy a dejarla en la azotea del edificio. Por supuesto, en lugar de coger ascensor o subir escaleras, la arrastro por los rebordes de hormigón que bordean el patio de luces del edificio. A ratos más que arrastrala la empujo, como las viejas que empujan el carro de la compra. No sé qué me cuenta, pero me cuenta cosas mientras vamos subiendo, dejando atrás descansillos en los que una docena de vecinas hacen ejercicios de Pilates encima de mantas de algodón de color verde, con extrañas túnicas del mismo color enrolladas al cuerpo haciendo las veces de chándal.
Drew y yo vamos subiendo hasta que buenos días.

4 comentarios:

el inquilino comunista dijo...

Quines drogues més rares que prens.

noelavado dijo...

compráte un diccionario de sueños...

soñar que una salamandra se convierte en drew barrymore no se yo si es muy buen presajio!!!


igual tienes poderes ocultos y no lo sabes!!


siempre puedes ser "la profesora andrea" (si no miras el video no lo entenderas!!!)

http://www.youtube.com/watch?v=yqpwl44NjJ8

Anónimo dijo...

buen blog!

Limonera nisperera dijo...

Para tu consuelo yo también suelo tener sueños rarunos de este tipo con famosetes incluidos. No tengo ni idea de lo que significan.
Lo de Drew y la salamandra insuperable¡¡ jajajajaa