miércoles, 5 de septiembre de 2007

Momentos antropológicos - John Locke (no el de 'Lost')

“Sobre si existen tales principios morales en los que todos los hombres están de acuerdo, apelo a cualquiera que esté medianamente familiarizado con la historia de la humanidad y haya mirado más allá del humo de su propia chimenea. ¿Dónde está esa verdad práctica que sea universalmente aceptada sin dudas ni preguntas, como debería serlo si fuera innata? ¿No ha habido naciones enteras, algunas entre los pueblos más civilizados, en las que ha existido la costumbre de abandonar a los niños en los campos para que perezcan de necesidad o devorados por los animales salvajes, sin que esa práctica haya merecido más condena o suscitado más escrúpulos que la de engendrarlos? ¿No hay aún algunos países en los que si la madre muere en el parto se entierra al hijo en la misma tumba que en ella? ¿No hay otros que matan a sus hijos en cuanto un supuesto astrólogo declara que tienen mala estrella? ¿No hay lugares en los que los hijos matan o abandonan a sus padres en cuanto éstos llegan a cierta edad y sin sentir el menor remordimiento? En cierta parte de Asia, a los enfermos, cuando se piensa que su estado es desesperado, se les lleva fuera del poblado, se les deja sobre la tierra antes de que hayan muerto y se les abandona allí dejándoles perecer, expuestos al viento y a la intemperie, sin asistencia y sin compasión. Entre los mingrelianos, un pueblo que profesa el cristianismo, es corriente enterrar vivos a los hijos sin sentir ningún escrúpulo. Hay lugares en los que se comen a sus propios hijos. Los caribes acostumbraban a capar a sus hijos con el propósito de engordarlos y comérselos. Y Garcilaso de la Vega nos cuenta de un pueblo del Perú que tenía la costumbre de engordar y comerse a los hijos que tenían de las mujeres cautivas, a las que con ese propósito conservaban como concubinas; y cuando esas madres cautivas pasaban de la edad de procrear, a ellas también las engordaban y se las comían. Las virtudes por las que los tupinamba creían merecer el paraíso eran la venganza y el comer abundantes enemigos.”

John Locke, An Essay Concerning Human Understanding, 1689