La castración fue rápidamente descartada, moriría, sí, pero lo haría de una pieza. Así que tomada la decisión pasaban los días, y cuanto más débil se sentía, su polla más resplandecía, no podía levantar un vaso de agua, le costaba horrores caminar tres pasos seguidos, pero era capaz de mover la mesa del comedor con un golpe de entrepierna, el fin estaba próximo, el cerebro moriría, de eso no cabía duda. Claro que pensó en el suicidio, pero su polla había tomado el control, si quería morir ella tendría que hacerlo primero y eso, ya no era nada sencillo, se aferraba a su rígida vida, esperando no se que, puede que un coño con gigantismo, el reconocimiento universal, no estaba claro, pero se aferraba a una vida sin sentido, como el moho se aferra a la roca.
(el desenlace mañana...)
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