Hoy me lo he vuelto a encontrar. Estaba en la terraza de ese bar de Plaça de Sants y nos ha ofrecido sentarnos junto a él porque no había sitio. Es un hombre de más de setenta, con la ropa un poco raída. Habla mucho. Al final hemos accedido, aunque yo ya sabía quien era. Nos ha dicho un millón de veces que "que be s'està aquí" y nos ha cantado sin parar una canción picarona sobre Sants. Ha decidido quedarse un poco más para hablarnos "ets nostàligica?" le pregunta a ella. Nos habla de Figueres "m'agradara recordar les coses del passat". Luego ha desaparecido calle arriba, quien sabe a donde. Prefiero no imaginarmelo.
Hace unos meses me senté en un banco de Passeig de Gràcia y ese mismo señor se sentó a mi lado. Empezamos a hablar de cuantos turistas había en el centro y me contó historias de Figueres y del museo Dalí.
Alguien me debería decir porque me encuentro este hombre por toda Barcelona. Que extraños vericuetos hacen que nuestras vidas se crucen. Y me he acordado de Siria, de la calle Vaneau y de Vila-Matas. Y también de los zapatos abandonados.
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