Dejar Barcelona fue una lucha contra el viento que replegaba el paraguas de la señora que subía delante por la escalerilla del avión contra su cabeza. Llovía a mares y de canto, así que mi oreja derecha quedó como una patena. La azafata disimulaba mal la risa.
Tres horas pesadas de vuelo y llegamos a Estocolmo. Lo primero salir a fumar, luego ya veremos cómo vamos al centro. Hace sol, pero es salir y empezar a quitarse capas. Belén maldice “las pieles” que se ha traído.
El transporte es caro, el que sea, pero como somos cinco nos indican que un taxi nos sale a cuenta. Bueno, si hubiera sabido llegar a la primera quizá sí. Pero lo que nos reímos en el taxi.
El hotel, de buenas a primeras, nos causa una franca mala impresión. Primero porque está en el Montigalá de Estocolmo. Segunda porque nadie contesta al timbre. Sí, hay timbre. Y tarjetas con banda magnética para entrar. Pero luego el tío que lo lleva resulta ser muy simpático y las habitaciones están muy bien. Nos cambia la triple por dos dobles. Walkiria y yo dormimos juntas y, cómo no, nos toca cama de matrimonio. Que podíamos haber cambiado de habitación con Cafeína, que dormirá sola en una camita de 80, pero no, nos mola dormir juntitas. A Matías también le mola que durmamos juntas.
El camino al metro pasa por unos túneles. De los que te puede salir alguien con malas intenciones.
-Yo no sé pegar, pero si me tiro a peso mierda, hago daño.
Llegamos a Slussen pasadas las cinco. Esta noche, bueno, cenar a las 19.30 no es “esta noche”, pero ya me entendéis, cenamos en el Pet Sounds Bar. Restaurante de unos tipos que tienen una tienda de discos, Pet Sounds, calle abajo. Nos sentamos en una terraza casi enfrente. No hemos comido, pero ya da igual. Si cenas a las siete y media el aperitivo empieza a las seis. Cervezas. Menos Cafeína, que hace honor a su nombre.
Llamamos a Víctor, nuestro anfitrión. Le conoce Gema sólo por sus entradas en un foro. El chico ya se ha portado, reservando las cenas de los dos días. Pero es más majo que eso y se viene, se toma una cerveza con nosotras, y se apunta a la cena.
Cenamos bien. Las ostras las recordaré cien años viva. El precio del vino, también. Pero el sitio mola, y que la música, al volumen perfecto, sea perfecta, es un punto.
Viene un amigo de Víctor, John. Es inglés. Acabará la noche siendo conocido como “Saintjohns”.
Víctor nos invita a la fiesta de cumpleaños de un amigo suyo. Que acaba de sacar un cd. Nos lo enseña en el escaparate de Pet Sounds. Uau.
Vamos en metro hasta lo que Walkiria rebautiza como Moratalaz. La penúltima estación de una de las líneas.
Salimos a un descampado, cruzamos otro, y llegamos a un bloque de apartamentos. El del cumple está en la terraza. Le cantan el happy birthday. Nosotras, a petición de Víctor, “le va a hacer ilusión” le cantamos el cumpleaños feliz, te deseamos todas, no sabemos cómo te llamas, cumpleaños feliz.
Al entrar en las casas los suecos se descalzan. Todas repasamos mentalmente si nuestros calcetines tendrán agujero o tomate. Hay chorrocientos skates en la puerta.
Yo me froto las manos. Pero no . No han venido 20 invitados en skate. Sólo hay tres. Más Víctor y John. Más las cinco chicas españolas más majas que un sol.
Si Torbjörn (pronúnciese “Turbion”) fuera español en su fiesta de cumpleaños habría mínimo 20 parásitos, entre los de la discográfica y los de la prensa musical. Si le produce sinnamon, 200 parásitos.
Fiesta en petit comité, pero nos reímos. Los cinco chicos son un encanto (sí, Saintjohns también, aunque como buen inglés, se ha cocido demasiado). En la casa hay un piano, un órgano, un chelo, una guitarra (o dos) y un violín. ¿Un banjo?. Torbjörn es majo como él sólo. Leo no habla pero no pierde una. Es el arreglista y toca instrumentos de cuerda varios en el disco. Ludwig también es músico. Víctor trabaja en la productora de Knotan, que es fotógrafo.
Las chicas nos repartimos los chicos. Walkiria y Gema lo tienen claro desde el principio. Cafeína y Belén también, ¿pasasteis de elegir, no? Cafeína apuesta porque me quede con Leo, pero Torbjörn es más guapo, y Folke es él. La groupie que hay en mí le asegura que mañana se comprará el disco.
-¿De verdad?
-¡Pues claro! ¿De toda mi colección de cds de cuántos crees que puedo decir que he estado en su fiesta de cumpleaños?
La groupie también le hace prometer que si viene a tocar a Barcelona nos pondrá en la lista.
Pero las groupies no son tímidas y yo sí, así que no, yo no pillé. Ni falta que hacía.
A la una y media nos fuimos. Al hotel cuatro de nosotras. A quemar el pedo la otra.
El cielo, a las tres menos veinte, estaba azulón.
-Vaya, no oscurece del todo.
-¿No va a ser que amanece?
Pues sí. A las cinco el sol entraba a raudales por las precarias persianas. Dormimos como pudimos. Belén y Gema, mal, achicharradas. Yo despertándome cada hora.
Mañana será otro día.
sábado, 17 de mayo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
vaya!en la primera crónica parece que he perdido la porra!
Pillar, lo que se dice pillar, ninguna. Podemos aceptar pulpo (retraído) para una. Hagan sus apuestas.
Conclusion: la armada española fracasa en Estocolmo. Otra vez apeados en cuartos.
Hace falta un chulo mi pirulo en Suecia para levantar el orgullo patrio
quien dijo "turismo sexual" en estocolmo!!!
para cuándo la crónica del domingo?
Margarita, ya me gustaría hacer la crónica, pero estoy debajo de la Torre de Hércules, con acceso a internet pero no a mis fotos. Mi crónica del domingo y del lunes tendrá que esperar un poco. Vuelvo el jueves!
Cafeína y Walkiria sí podrían hacer algo...
Publicar un comentario