martes, 21 de febrero de 2012

Reacciones insospechadas

Ayer me lo anunciaron vía email: "se os ha bloqueado la SIM del móvil, tranquilos, es porque mañana os entregamos el iPhone".
Mi informático favorito me lo ha traído pasadas las 10 y en ese momento solo he acertado a preguntar "¿cómo se silencia?". Lo he dejado dentro de la caja, con la tapa abierta, y he seguido a lo mío. Pero al poco, verlo dentro de su caja-sarcófago me ha incomodado. No le estaba prestando atención. Por suerte o desgracia tenía bastantes cosas que hacer y no he vuelto a sentir su presencia hasta que ha sonado, el móvil viejo, que no ha sonado, ha emitido el breve bip de siempre, que me sobra para ver la llamada. He contestado con el viejo. Lo máximo que he hecho luego ha sido verificar en el iPhone la llamada que constaba como perdida, y al ver los mismo horrorosos recordatorios que inundan mi correo, he cerrado la caja y la he metido en el segundo cajón.
A mediodía mi informático favorito ha hecho el segundo intento, tuneármelo. Solo ha configurado el gmail. El resto le he dicho que ya lo haría yo. O no. Agradecida, sí, mucho, de sus buenas intenciones, pero abrumada, no sé por qué.
Así que he vuelto a mi mesa y el iPhone ha vuelta a su caja y al segundo cajón.
Ahora se está cargando, es lo único que he acertado a hacer al llegar a casa. Me ha parecido mejor llamar a mis sobrinos y preguntarles de qué se habían disfrazado.
Si he de dar un nombre a cómo me he sentido hoy con ese nuevo artilugio en mi poder es angustiada. Angustia y ansiedad y rechazo. Porque además ese artilugio no es mío, pero es tentador. Es tentador empezar a usarlo para actualizar mi estado en las redes, para enviar correos desde cualquier sitio, para hacer fotos... y que me convierta en una adicta enferma. ¡Por dios! Bastante enganchada estoy ya al farmville! Que me veo bajándome la app de turno para poder comprar el unicornio arcoirisado!
Me fijo en la gente que en el metro va enganchada a la pantalla de su smartphone, que cruza los semáforos sin mirar, eso cuando los cruza, a veces se queda ahí, embobados, hipnotizados por la luz azulada. Van por la calle sin mirar, y miran sin ver.
No sé si quiero ser uno de ellos.
Así que de momento mañana iré a la oficina con tres móviles en el bolso, y pienso seguir contestando las llamadas (para dos que recibo) con el viejo.

6 comentarios:

el inquilino comunista dijo...

Em sap molt greu. Una abraçada molt forta. Qualsevol cosa que necessitis, ja saps.

Gwen Stacy dijo...

¡Insensible!

cafeïna dijo...

Justament avui estava pensant en la gent que es queda empanada a les portes dels vagons de metro , tant per entrar com per sortir, mirant l'smartphone, el mateix que comentes als semàfors. Jo ja vaig per la segona blackberry i no tinc ni whatsapp, com a molt algun cop quan estic de viatge de feina he utilitzat el gps.

noelavado dijo...

octor,
no levanto cabeza,
no duermo,
me rio solo,
no miro a nadie,
no hablo con la gente,
me hablan y no pongo cuidado,
parezco un idiota,......

¿qué tengo, Doctor?





- Un "iphone", un "iPad", un "Android" o una "Blackberry".

Gwen Stacy dijo...

Muy bueno Noe!

...parece mentira que acepte que uno de tus chistes es bueno :-P

J dijo...

TETA